Adriana Hernández (Deva Celeste), nació en Bello (Antioquia), Colombia. Adriana realizó estudios de Comunicación Social en la Universidad Cooperativa de Colombia; tomó Cursos de Poesía y Literatura en la Universidad de Antioquia; y de Teatro y Televisión en la Academia Culturartes de Medellín y Corarti. Recibió reconocimiento del Ministerio de Educación Nacional de Colombia en Artes y Declamación, y fue distinguida por la Universidad Cooperativa de Colombia, con el título de “Doctor Honoris Causa” en Comunicación Social.
Fue Columnista en el Dominical del periódico El Colombiano de Medellín, donde tuvo la oportunidad de escribir sobre los poetas que interpreta, en su columna de poesía titulada: «La Poesía de Siempre».
Está residiendo en los Estados Unidos desde el año 2000, en donde ha participado en numerosos programas culturales y presentaciones realizados en los estados de New York y New Jersey, y en las ciudades de Washington, DC y en Miami, en las que ha tenido actuaciones sobresalientes.
“Premios Colombia USA 2006” le otorgó un reconocimiento por su labor cultural y por realzar la cultura colombiana en el exterior, como también el Comité del Desfile de la Hispanidad de New York.
En el año 2007, fue reconocida como artista destacada de New Jersey con “Premios Arte”, y el Alcalde de Unión City, NJ Brian P. Stack, reconoció su trabajo artístico con una Proclama, que le fue entregada el 20 de julio, día de las fiestas patrias colombianas.
Se presentó en la obra teatral San Salvador Después del Eclipse del ensayista salvadoreño Carlos Véliz, bajo la dirección del dramaturgo Elmer Salmerón, obra que fue nominada a “Premio Ases” de la Ciudad de New York, como mejor obra dramática.
Ha realizado talleres de poesía hispanoamericana, y lideró el programa de tertulias literarias para el Consulado General Central de Colombia en New York.
En la actualidad, lidera El Centro de Emprendimiento Cultural El Café Rojo en la ciudad de Medellín y se encuentra en la realización de nuevas obras literarias.
Contacto con la autora:
www.hilodeluz.com
info@hilodeluz.com
Esperando Abril.
Medidas: 5×8 pulgadas (12,7×20,32cm)
Páginas: 186 a tinta negra.
ISBN: 9781514312834
Libro en papel: 12$ en Amazon.com (COMPRAR)
10,55€ en Amazon.es (COMPRAR)
7,79£ en Amazon.co.uk (COMPRAR)
Portada del poemario Esperando Abril
La cadencia del surtidor
El lector tiene en sus manos un bello libro de poesía. Lo han tejido el alma, el corazón y las manos de Adriana Hernández, como recogiendo el agua transparente de un manantial. Como escribiendo en un pentagrama la cadencia de un surtidor. Como deteniendo la ruta gótica del incienso de un pebetero.
Son numerosas las definiciones de poesía, pero pocas han logrado aprehender a cabalidad el contenido de ángel o duende del poema, al punto de que Bécquer optó por responderle a su amada ¡poesía eres tú! Y el catalán Pere Gimferrer se preguntaba: ¿A qué aspira un poeta? Y se respondía: a dos cosas: a expresarse y a crear belleza mediante la palabra.
Tal es la actitud existencial que ilumina Esperando Abril. Porque hay en los poemas de Adriana una conjunción de la palabra belleza, además de la transmutación de componentes líricos que tornan imposible su encasillamiento en capillas o escuelas, pues escapa a toda filiación. Diríase que la vasta formación académica de la autora, tanto como su itinerario en actividades del mundo de la cultura, primero en su ciudad (Medellín, Colombia), luego en las principales ciudades colombianas y después en los Estados Unidos, enriquecieron en abundancia su territorio vivencial, sin menoscabo de la inspiración lírica que cruza por su obra, como un río incesante de sueños en la concepción de Heráclito de Éfeso.
La autora percibe que en abril, al llegar la primavera, se produce una mutación del paisaje exterior tanto como del universo emocional. Quedan atrás las brumas ateridas del invierno neuyorkino que circuían en grumos a la poeta y su entorno, y revienta como una crisálida la apoteosis de la primavera. Estallido vegetal y espiritual, en el cual Adriana Hernández despliega el torrente de su expresión para crear belleza a través de la palabra, según el poeta Gimferrer. Entonces aparece el lirismo lleno de ternura y también de melancolía de estos poemas de tan honda expresividad.
Y aquel frenesí de la naturaleza, con sus júbilos pero también con sus saudades, vierte sus cadencias en el estuario del poema.
* * * * * *
Sin embargo, no todo es esplendoroso en abril. T.S. Eliot advierte en su famoso poema “The Wasteland”, que abril es el mes más cruel del año: las expediciones mundo adentro de su propio universo, llenan páginas y páginas en versos de infinitud como si la metáfora se multiplicara y ascendiera en su expresividad, por ejemplo en Claudel y en Saint-John Perse. En ellos hay que contener el aliento. Un poeta argentino de los años cincuenta del siglo XX, Francisco Luis Bernárdez, canta al amor y canta a la patria en larguísimos trenos que evocan a los europeos. Parecería que el verso fluyera a un estanque inmóvil. Pero es un espejismo: el agua corre al igual que el torrente de las vivencias, el ámbito amplio de la actividad cotidiana de la poeta en los quehaceres de la cultura, asciende, asciende…
Qué deleite Amaneciendo Abril; los amantes de la poesía tienen en el libro de Adriana Hernández aire de frescura y viento de belleza.
Belisario Betancur
Bogotá – Marzo de 2004